jueves, 11 de marzo de 2010

Nostalgia por las Peñas Literarias


Fue imprescindible la decapitación de la dictadura trujillista, en 1961, para que pudiese emerger –con nueva visión del universo— una prolífera generación de intelectuales, artistas y poetas. Tres décadas (1930-1961) de oscurantismo e inercia significaron traumatizante atajo para el desarrollo de los núcleos de nuestra juventud pensante.

Los 20 años transcurridos en las décadas de los 60 y 70 resultaron la etapa más productiva del quehacer literario contemporáneo. El caudal incubado en el período de la llamada Era de Trujillo se proyectó (sustentado en la apertura democrática) a sitial preponderante en la literatura dominicana.

A este excepcional movimiento puede entonces llamársele con firme propiedad “La Generación del 60”, que tal vez como ocurrió en España con la del 98, cuya figura cimera lo fue Miguel de Unamuno, ha tenido en nuestro país punto de referencia del movimiento literario actual.

Grupos literarios
Producto de ese parto intelectual con visos de excepcionalidad en nuestra historia contemporánea, se crearon grupos que hicieron un sólido aporte a las letras y a la poesía. Consecuente con las ideologías naturales de un proceso harto enriquecedor, surgieron “La Máscara”, “El Puño”, “La Isla”, “La Antorcha” y otros, que concomitantemente con los remanentes de la bien ponderada Generación del 48 –fuente en donde muchos abrevaron—vinieron a fortalecer la intelectualidad que ahora tenemos.

Nombres como Grey Goiscou Webber, Janet Miller, Antonio Lockward Artiles, Ramón Francisco, Armando Almánzar, Andrés L. Mateo, Norberto James, Rawlling, Alexis Gómez, Efraim Castillo, Tony Raful, Miguel Alfonseca, Mateo Morrison, René del Risco y Bermúdez, Pedro Peix, Carlos Gómez Doorly, entre otros, enriquecieron esa joven y democrática poesía.

Los pintores también se proyectaron en camadas de místico arte. Ramírez (Condecito) Conde, Cándido Bidó, José Cesteros, Félix Gautier, Ada Balcácer, Norberto Santana, Elsa Núñez, Paul Giudicelli, Virgilio, Ángel Haché, Julio Susana, algunos de ellos con las enseñanzas de conspicuos maestros como Gilberto Hernández Ortega, Jaime Colson y Prats Ventós, enriquecieron sublimemente el arte pictórico.

Las peñas
Con el surgimiento de esta sólida sociedad de intelectuales y artistas, era lógico que se establecieran varios lugares que sirvieran de “peñas” y debates enmarcativos del pensamiento de tan fructífero proceso. La Ciudad Colonial, que había adquirido fama mundial al ser bautizada como bastión de la lucha revolucionaria en el 1965, se convirtió en escenario de predilección de los intelectuales.

Las cafeterías El Sublime y Canadá, los restaurantes Roxi y Panamericano, la clásica barrita del Hotel Comercial, el bar Beethoven, así como la archifamosa La Cafetera, que aún se mantiene simbolizando ese dorado interregno, desafiando el implacable discurrir del tiempo, pero sobre todo el snobismo de una mercadología tecnológica que no ha dejado vestigios de tan románticos lugares... En La Cafetera aún persisten en hacer tertulias viejos robles del periodismo, del arte pictórico, actores y críticos, teniendo la ambientación del impregnante humo de la taza de café recién colado... Son las reminiscencias de las peñas que aún se resisten a ser sepultadas.

Los habitué de estos sustanciosos debates eran personalidades como Freddy Gatón Arce, Antonio Zaglul, Freddy Prestol Castillo, los hermanos Félix y Servio Doucudray Mansfield, Francisco Henríquez García (Chito), Héctor Incháustegui Cabral, Antonio Fernández Spencer, Virgilio Díaz Grullón, Carlos Curiel, Dato Pagán Perdomo, Ramón Lacay Polanco, Mario Heredia, Pedro Mir, Rafael Herrera Cabral, Frank Marino Hernández, Miñín Soto, Franklin Mieses Burgos y otros tantos que enriquecieron a las nuevas generaciones.

¿De quién o quiénes se hablaba en estas tertulias?.. De Bertol Brecht, Regis Debray, Whitman, Camus, Benavente, Víctor Hugo, Marx, Frank Kafka, Juan Bosch, Guevara, Boris Pasternak, García Lorca, Hemingway, Nietzsche, Salomé Ureña, André Malraux, Picasso, Freud, Lincoln, Balzac, García Márquez, Fabio Fiallo, Pedro Henríquez Ureña, Balaguer, Churchill, Tolstoi, Neruda, Chu en Lai, Jesucristo, Sábato, Gabriela Mistral, Trujillo, Perón, Mao Tse Tung, Ortega y Gasset, Kissinger, Lenin, Schubert, Mackarthur, Wilde, Dostoievski, Shakespeare...

Cuando llegaba la espesura de la noche y tras el último sorbo de café algunos de estos parroquianos tertuliantes se preparaban para, horas después encaminarse a lo que se conocía como “un rincón de París en Santo Domingo”: El Moulin Roudge..., contiguo a La Cafetera.

Las peñas literarias se fueron esfumando al final de los 1970, y con ellas apareció el fantasma de una generación perdida en la historia: “La Generación Inexistente”..., la de los 80 hasta el presente. ¿Cuál será entonces, el futuro del intelectualismo dominicano?