Hoy se cumplen
66 años de la “tragedia de Río Verde”, ocurrida la tarde del domingo 11 de
enero de 1948, accidente aéreo en que perdieron la vida los integrantes del
equipo de béisbol de Santiago, así como la tripulación del avión accidentado. El béisbol profesional no existía aun en República Dominicana.
Esta tragedia
–desconocida por la presente y anterior generaciones- llenó de luto a la nación
entera, pues para ese entonces, tanto el deporte como casi todas las
actividades del país estaban revestidas de cierto romanticismo colectivo, amén
de que la solidaridad humana era más pura que en estos tiempos.
Las crónicas
de entonces (principalmente del diario oficialista La Nación) dieron cuenta de
que el avión que conducía al equipo de béisbol de Santiago perdió altura a
consecuencia de un vacío en las montañas de Río Verde, cayendo
estrepitosamente.
Los campesinos
del lugar narraron que a la nave se le desprendió un ala, y que los pasajeros salían
disparados por ese lado, por lo que se encontraron numerosos cadáveres
mutilados, brazos y piernas, a considerable distancia del lugar donde cayó el
avión.
Durante todo
el día de la tragedia las emisoras del país difundieron música sacra, (parecía
un Viernes Santo) y en las calles de la ciudad de Santiago el llanto y el dolor
fue común en hombres, mujeres, niños y ancianos.
A esta
tragedia sólo sobrevivió Enrique Lantigua (El Mariscal), quien perdió el vuelo
y tuvo que realizar el viaje de regreso en auto.
Los restos de
los deportistas muertos en Río Verde descansan en un Mausoleo del Cementerio
Municipal de Santiago, en la calle 30 de Marzo. En una de sus paredes tiene
grabado el siguiente soneto, escrito entonces por el poeta santiagués R. Suárez
Vásquez:
A
LOS CAÍDOS EN RÍO VERDE
11
de enero de 1948
Estadio
y multitud, ¡la gloria impera!
y
luego, la emoción alegre y viva
de
regreso a la ciudad nativa,
surcando
rutas por la azul esfera.
El
viento cruel, la nave traicionera
azotan
a la nave fugitiva.
Y
se perdió la juventud altiva
y
otra vez fracasó la primavera.
Jamás
el alma heroica de Santiago
fraguada
en los dolores y el estrago
vertió
su llanto en más acerbas notas.
¡Oh,
misterio oscuro de los cielos!
cayó
la juventud, hecha a los vuelos
con
formidable estruendo de alas rotas!
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